Vivimos para ser unos eternos enamorados y ese es el impulso que nos lleva a hacer muchas cosas, una de ellas es precisamente dejar nuestras zonas de confort, nuestra familia, casa, ciudad y país para emprender un viaje a lo desconocido. Cuando hablo de viajar por amor no me refiero específicamente por amor a una persona, sino a esa necesidad de amar algo, un sueño, una meta, una idea. He conocido muchas personas que salieron por primera vez de sus países y realizaron ese primer viaje de amor por motivo de estudio, luego que se encontraron en esa ciudad su amor se trans- formó, terminaron sus estudios y se quedaron en ese lugar con ese nuevo amor, que también en algunos casos se complementa con el amor a una persona. Para nuestra segunda edición, recordar o revivir ese sentimiento nueva vez es importante porque a veces nos entretenemos tanto en la monotonía que no recordamos por donde inicio este viaje, cuál fue el impulso que nos llevó a tomar esa maleta, qué amor fue que nos motivó.
Hablar del viaje de amor y sus transformaciones, escudriñar en lo más profundo de nuestro corazón y activar ese motor nuevamente. Buscar esa persona aventurera y reencontrarse con ella, recordar que como dicen muchos can- tantes “que la meta no es el lugar de destino sino el viaje”. porque para mí es uno de los sentimientos más grandes y motivadores que existe y tenemos, es ese motor que nos hace cambiar de idea, nos sirve de brújula para llegar a nuestra verdadera meta. Hoy antes de que inicies a leer todo nuestro contenido quiero dejar esta pregunta en el aire ¿Cuándo fue la última vez que sentiste el corazón agitarse como si estuvieras enamorado por primera vez al prepa- rar una maleta o bulto de viaje y a que destino te dirigías?
En mi caso lo siento cada vez que viajo, cada país me aporta conocimientos, amor, esperanza, crecimiento y lo mejor es sentir el mundo debajo de mis pies y estar tan cerca del cielo.
