Bilingüismo: Un Corazón, Dos Culturas

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¿Desde cuándo hablas portugués con él?”, me pregunta el curioso chico italiano, al ver a mi hijo alternar, sin mucho esfuerzo, entre portugués (conmigo) e italiano (con todos los demás) en la reunión familiar. “Desde la barriga”, respondo, captando una expresión pensativa del chico que, habiendo vivido ya en España, piensa en criar también a su hijo de forma “bilingüe”. Su niño tiene tres años y el padre confiesa que no siempre es capaz de utilizar “solo español” a la hora de comunicarse con el pequeño, como tenía previsto.

La verdad es que, si bien me fascina el poder de las diferentes formas de expresión (y siempre he buscado estudiar y resolver mis dudas como madre dentro de una familia bicultural), mi acercamiento al bilingüismo se basó, funda- mentalmente, en mi forma de SENTIR mi cultura de origen en mi familia. Cuando digo que hablo portugués con mi hijo “desde la barriga”, no fue una decisión racional. La verdad es que no puedo imaginar una manera más natural e intima de expresarme que en el idioma en el que pienso, siento y vivo, y que (a pesar de vivir hace años fuera de Brasil) sigue siendo el portugués. … Las ventajas para el niño de una segunda lengua que, de hecho, trae beneficios ya científicamente comprobados: mayor capacidad de controlar su atención y seleccionar informaciones relevan- tes; una mente abierta a nuevas culturas y conocimientos; y, en futuro, mejores perspectivas laborales.”

 

En mi caso, las cosas funcionaron bien: con libertad para usar cualquier idioma que quisiera (y, desde pequeño, expuesto por igual al portugués y al italiano en casa), mi hijo se familiarizó y adquirió fluidez en ambos idiomas. Al menos por ahora, porque sé que la tarea de mantener viva una “segunda lengua” es un trabajo constante: aún llegará la fase de alfabetización, de socialización con amigos que pueden, o no, juzgar “cool” su biculturalidad, además del vínculo que establecerá, a lo largo de su vida, con su “otro país”. También sé que cada familia, en este campo, tiene su historia particular. A lo largo de los años fuera de Brasil, conocí personas a las que no les importaba mucho, o no sabían cómo, trabajar la presencia de la “lengua heredada” con sus hijos. Quizás porque una lengua, naturalmente, nunca es “solo” una lengua: está íntimamente ligada a las experiencias, a los recuerdos y a las referencias más profundas de un pueblo y de una persona, referencias que, personalmente, pueden ser positivas o no.

Al igual que la receptividad al bilingüismo, fuera de casa, también puede variar. Desafortunadamente (al menos en Italia) todavía hay casos de escuelas o profesores que aún no están completamente preparados para abrazar la riqueza del multiculturalismo en el aula, considerando las ventajas para el niño de una segunda lengua que, de hecho, trae beneficios ya científicamente comprobados: mayor capacidad de controlar su atención y seleccionar informaciones relevantes; una mente abierta a nuevas culturas y conocimientos; y, en futuro, mejores perspectivas laborales. Para aquellos que quieran seguir este camino con sus propios hijos, les deseo la energía para sumergirse en este mundo con determinación, pero también con alegría y amor. Sin dejarnos sacudir por opiniones externas y creyendo que la “lengua heredada”, como se la llama, también es parte importante de la identidad y relación que construiremos con los pequeños. En este camino, cada familia tiene su manera única de caminar. La recompensa, sin embargo, será la certeza (para ellos y ellas) de que el mundo es siempre más grande y más diverso de lo que los ojos pueden ver, así como las oportunidades que puedan tener.